¿Quieres saber qué me aporta Pink Boots Society? Pues nada menos que comunidad e inclusión. Una vía de comunicación donde personas con ideas afines podemos conocernos, colaborar juntas en causas maravillosas, pero también es un lugar donde habita el conocimiento, y de fácil acceso para quienes lo buscan.
En lo que respecta a mi formación y cómo llegué aquí, bueno, déjame que empiece por el principio. Es una larga historia, pero intentaré contarte la versión corta. Tengo la sensación de que han pasado muchas lunas ya. Proporcionaré una línea de tiempo precisa, aunque esta línea o, mejor dicho, años, se vuelven borrosos a medida que envejezco.
Allá por 2007, conocí a mi esposo y un año después me mudé a Tampa, Florida. Y fue allí donde nos enamoramos de la cerveza artesanal. Un día, mi esposo llegó a casa con unas Sam Adams Oktoberfest, cerveza que se convirtió en mi crossover beer de la comunidad craft.
En mi primera reunión del club de cerveceros caseros me pidieron que me uniera al Barley’s Angels de mi zona. Pero, ¿qué era eso de Barley’s Angels? Pues bien, es un conjunto de mujeres que organizan catas de cerveza y eventos para otras mujeres en todo el mundo. En el área de St. Pete y Tampa teníamos una embajada local en la que yo era colíder del grupo, hasta que me mudé de nuevo en 2016. Cada mes teníamos nuestras reuniones en cervecerías locales, donde disfrutábamos de craft beers mientras escuchábamos a expertos invitados que nos brindaban sus conocimientos sobre la industria. Esta fue mi primera experiencia real con la comunidad craft. Conocí a tantas mujeres increíbles…
Pero cuanto más me adentraba en la comunidad, más me ofrecía como voluntaria en eventos y compartía mis conocimientos con quienes quisieran aprender. Me uní a Florida Women in Brewing, una organización de mujeres en la industria cervecera, o que buscan oportunidades en el sector.
Quise convertirme en jueza de cerveza, así que busqué concursos donde pudiera ser auxiliar y estar cerca de los jueces. Escuché y absorbí todo lo que pude. Nos reuníamos con otras cerveceras caseras y practicábamos juzgando cervezas de diferentes estilos. Fue realmente divertido. A lo largo de los años, tuve la oportunidad de juzgar cervezas en competencias profesionales. Y aunque eché de menos ser auxiliar en las competiciones, no podía dejar pasar la oportunidad.
Pero llegó un momento en nuestras vidas, en la de mi esposo y la mía, en la que queríamos comenzar con nuestro propio negocio. Reflexionamos sobre lo que podríamos hacer, en lo que tendríamos éxito. Al principio, la idea era abrir una tienda de cervezas caseras, ofreciendo también la opción de elaborar cervezas allí mismo. Pero luego se nos ocurrió que podríamos añadir también una cervecería. La pega era que tendríamos que mudarnos al oeste de Carolina del Norte. La familia de mi marido ha vivido allí durante más de 150 años; allí pasábamos los veranos y él siempre quiso vivir allí. Íbamos de visita siempre que podíamos y no pude evitar enamorarme de aquel lugar.
Hicimos estudios de mercado, buscamos ubicaciones para el negocio. Mientras tanto, nuestros amigos del club de cerveceros caseros abrieron una cervecería en Tampa Heights y nuestro asesor nos preguntó si estaríamos interesados en montar una franquicia. Pero aquella idea nunca llegó a fraguarse, ya que tras considerar seriamente la oportunidad pensamos, ¿y por qué no montamos nuestra propia cervecería? Como bien sabéis, los planes siempre evolucionan y el nuestro de abrir una tienda quedó en segundo plano. Así que empezamos a trabajar en la idea de montar la cervecería. Fue ahí donde empecé a asistir a reuniones de Pink Boots Society para averiguar cómo planificar este tipo de instalaciones.
Ya contábamos con un sistema piloto de 1 bbl con el que podíamos empezar. En vez de comprar equipos nuevos, decidimos invertir el dinero en bienes inmuebles, algo que le gustó más a nuestro prestamista. En el plan original, ambos tendríamos un salario y trabajaríamos en diferentes áreas. Él sería el maestro cervecero y yo trabajaría por las noches en la barra. Pero ese plan se quedó en nada.
A finales de 2017 abrimos la cervecería, con tan solo siete cervezas nuestras de barril. Mi marido no podía estar en la barra mientras producía cervezas. Al poco tiempo, se me necesitaba en la oficina para conseguir pagar las facturas y mantener el negocio a flote.
Necesitábamos ayuda externa. Hablamos con nuestra nuera y nuestro yerno, que aún estaban en Florida; les preguntaos si estarían interesados en llevar el Tap Room y ayudar a administrar el negocio. Y menos mal que aceptaron y se mudaron aquí al poco tiempo.
Dos meses después de la inauguración nos dimos cuentas que teníamos que ofrecer comida. En nuestro plan original teníamos pensado contar con food trucks, pero en aquel momento la ciudad no los permitía, así que tuvimos que construir una cocina en el local. Pero de nuevo nos encontramos con el problema del personal, ya que nosotros no sabíamos cómo llevar una cocina.
Aproximadamente un año y medio más tarde, abrimos una cocina alquilándosela a alguien, lo que duró alrededor de un año. Luego encontramos a un chef que accedió a ayudarnos haciéndose cargo de la cocina y diseñó nuestro menú. Unos seis meses después, en enero de 2021, mi esposo y yo nos hicimos cargo de la cocina e hicimos algunos ajustes en el menú. Tuvimos suerte de encontrar a un chef con experiencia que nos ayudó a pasar al siguiente nivel.
Como bien decía antes, los planes evolucionan y el nuestro cambió mucho a lo largo de los años, pero hoy tenemos un modelo que funciona y tiene éxito. Ahora estamos en mitad de una expansión. No tenía ni idea de dónde me estaba metiendo cuando empecé este viaje. Es cierto que inviertes sangre, sudor y lágrimas, y que te arruinas durante años, pero puedo decir que a la larga merece la pena.