San Arnulfo de Metz, el santo patrón de la cerveza

por | Conocer

Efectivamente, los cerveceros también tenemos nuestro santo patrón y se llama San Arnulfo. Si bien es cierto que podría tratarse de una contradicción, ya que para los católicos el alcohol es pecado, la cerveza sin embargo es considerada por la Iglesia apta dada su bajo nivel de alcohol.

Cada 18 de julio se celebra el día de San Arnulfo, patrón de los cerveceros, por la fecha de su defunción en el año 640.

 

SAN ARNULFO, el santo patrón de los cerveceros – Loopulo

 

San Arnulfo, el patrón de los cerveceros

¿Pero quién era en realidad San Arnulfo? Pues bien, empecemos por el principio. Nuestro santo patrón nació el 13 de agosto de 582 en los alrededores del río Mosela. A sus 30 años, en el año 612, tras una larga formación monacal, acabó convirtiéndose en Obispo de Metz, Austria, un país con una gran cultura de elaboración cervecera.

En aquella época, como ya vimos en la historia de St James Gate, (Guinness), tomar agua resultaba nocivo para la salud, por lo que Arnulfo solía prevenir a los miembros de la Iglesia recomendándoles beber cerveza.

 

Retiro y defunción

Quince años más tarde, San Arnulfo se trasladó a la abadía de Remiremont, Francia, lugar en el que halló la muerte el 18 de julio de 640, día en que se celebra San Arnulfo. Tras su defunción, un año más tarde, los habitantes de Metz pidieron que su cuerpo fuese trasladado de nuevo a su ciudad para ser enterrado en su iglesia.

El camino que llevaría de vuelta a San Arnulfo era demasiado largo, por lo que se decidió parar la procesión ceremonial en la ciudad de Champigneulles, Francia. Los fieles que pretendieron adquirir cervezas en una taberna se encontraron con que sólo quedaba un tarro que tendrían que repartir entre todos. Pero, para asombro de todos los fieles, el tarro de cerveza nunca se terminaba, por lo que todos y cada uno de ellos pudieron saciar su sed.

 

 

 

Los tres milagros de Arnulfo de Metz

Gracias a éste y otros dos milagros, Arnulfo acabó convirtiéndose de cara a la Iglesia Católica en San Arnulfo de Metz. Los otros dos milagros son el del anillo y el del fuego.

El primero de los milagros ocurre cuando Arnulfo lanzó su anillo de Obispo al río, atormentado por las guerras y sus pecados, rogándole a Dios que se lo devolviera en caso de absolución. Años más tarde, un pescador llevó un pescado a la cocina del obispado en el cual se encontraba el anillo.

Y el milagro del fuego se produce cuando decidió renunciar como Obispo. En ese momento, se produjo un incendio en los sótanos del Palacio Real que amenazaba con extenderse a la ciudad de Metz. El amor a su pueblo y su coraje hizo que se pusiese frente al fuego pronunciando las palabras «Si Dios quiere que me consuma, estoy en sus manos». El incendio se detuvo de inmediato.

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