Si has probado una misma marca de cerveza en distintos países, te habrás dado cuenta de lo mucho que puede cambiar su sabor. ¿Te has preguntado por qué? Muy sencillo: por el agua.
La gran importancia del agua
La mayoría de maestros cerveceros se obsesionan con escoger el mejor lúpulo, experimentar con maltas o catar diferentes levaduras con el objetivo de encontrar la fórmula perfecta.
Sin embargo, la gran mayoría no tiene en cuenta el ingrediente que más proporción tiene en toda la elaboración cervecera, concretamente del 95%. La realidad es que no hay agua buena o mala. En realidad, mientras sea potable, podrás hacer cerveza.
No obstante, los componentes de la propia agua pueden llegar a tener un efecto en el sabor y olor de nuestra cerveza. De esta forma, entendemos que se trata de un elemento que deberemos cuidar deliberadamente si queremos conseguir un resultado muy concreto.
Los elementos que determinan la dureza
El primer término que deberás tener cuenta es el de “agua dura”. En pocas palabras, viene a referirse a la cantidad de minerales del agua que no pueden eliminarse después de un proceso de ebullición.
El calcio es uno de los elementos que más determinará la dureza. También puede llegar a tener una gran influencia en el sabor de nuestra cerveza. Al igual que el magnesio, estos dos componentes tienen un papel muy importante en la producción de enzimas responsables de la fermentación.
De esta forma, la presencia del calcio y el magnesio proporcionan sabores metálicos a la mezcla, mientras que el sulfato de calcio (CaSO4) o el carbonato de calcio (CaCO3) aportan un sabor astringente o amargo.
Otros componentes a tener en cuenta y que pueden afectar en el resultado final son el sodio, el cloruro o los iones, que afectan al Ph del agua.
Así que la próxima vez que pienses que el agua que escojas no es importante, ten en cuenta que al fin y al cabo, se trata del 95% del producto final.
